En Granada hay un parque donde los niños juegan, los jóvenes leen y los mayores se besan.
En la entrada del parque hay un jefe de pista circense que da la bienvenida estrechando la mano a los hombres, besándosela a las mujeres o agachándose para saludar a los niños, que se fijan en el petirrojo de su hombrera que canta Rock and Ríos. Hay una fuente donde sacian la sed los pájaros que saben entonar canciones, donde un zunzún cubano de pelo rizado canta habaneras por Cádiz. Y un singular, único, incomparable mirlo blanco busca una estrella que le guiara ayudado por el láser verde de un astrofísico. Hay un Conde quejoso de que el jilguero que dibujaba para el cartel de la Platería se escapó cantando coplas archidonesas. Una paloma bravía, una lavandera y un estornino tejen un sombrero de tres picos. Un quetzal le canta a una tierra soñada por él, y una inquieta curruca capirotada canturrea, no sin gran dificultad, un selecto repertorio de Val del Omar. Ver más